En el mundo desarrollado, la estructura familiar ha cambiado radicalmente. En familias donde tanto trabajan como sus padres ancianos viven separados, cuando se pueden comprar productos semiacabados o salir a comer, los rituales, las reglas de conducta y las expectativas se vuelven diferentes. Hoy en día, no es la tradición, sino la casualidad la que decide quién es responsable de qué y qué se exige a quién. Y muchas familias viven como en el infierno. ¿Qué hacer? Antes de casarse, los amantes deben sentarse y, después de pensar con calma, llegar a un acuerdo por escrito sobre todo. ¿Qué valores comparten y qué supuestos no pueden vulnerarse? ¿Cuantos hijos quieren? ¿Quién será el principal sostén de la familia? ¿Dónde vivirán y qué tamaño de casa necesitan? ¿Quién lava los platos y quién gestiona el presupuesto familiar? Es necesario discutir todo abiertamente, para que luego nadie se queje de que lo obligan a seguir reglas que no cumplió.
